Giménez con G | Ideal

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Era una tarde de calor tórrido en la redacción del Diario Patria cuando, como era habitual, Luis, el conserje, le subió su diaria coca cola ... al director, Daniel Saucedo, y al salir del


despacho se encontró con un hombre que requería la atención de alguien. Luis entró a la redacción y le comentó algo al redactor jefe, José Luis 'Kastiyo', y a continuación, este me


llamó a mí y me dijo: «Sal al patio y atiende a don Miguel que parece que tiene una noticia importante para nosotros». Salí, nos presentamos y fuimos hacia aquel tresillo de patas torneadas


en caoba, poniendo nuestras posaderas sobre la cuerda trenzada de su asiento. La noticia era más que apetitosa en aquel verano de sequía no solo de agua sino de noticias interesantes.


Miguel Giménez Yanguas me fue detallando con primor cómo, después de años de búsqueda, había conseguido dar con el paradero de la Puerta del Pescado, llamada así porque era por donde entraba


el fruto del mar a la ciudad musulmana, que estuvo enclavada al final de lo que hoy conocemos como Cuesta del Pescado, en su salida hacia el Paseo del Salón y que, por fin, había dado con


ella. Yo había tomado nota de todo, pero me rectificó una cosa. Su apellido Giménez no era con jota como yo lo había escrito, sino con 'G' y deshecho el entuerto, bajamos al


restaurante Sevilla a tomarnos un café, momento que aprovechó también para decirme cuál había sido la primigenia posición de la reja que da acceso desde La Gran Vía a la calle Oficios que,


en sus principios estaba dando entrada a La Capilla Real, frente al restaurante. Porque hablar con Miguel era una lección constante de la historia de Granada y su patrimonio no solo


artístico sino industrial. PUERTA DEL PESCADO El 15 de Julio de 1980, el diario Patria publicaba en su portada con llamada a reportaje interior, la noticia en exclusiva del hallazgo de la


desaparecida Puerta del Pescado. La pista de la puerta más importante de Granada, junto con la de Las Orejas y Bibarrambla se pierde en el siglo XIX, hasta que los buenos oficios de Giménez


Yanguas la encuentran dando entrada al poblado de la mina de Los Franceses, en la Lancha de Cenes, a donde fue trasladada, piedra a piedra numerada, al parecer con la colaboración de Mariano


Fortuni en 1870. El francés que hizo la inversión de toda la obra minera para sacar oro del lugar se gastó unos ocho millones de pesetas, y no tuvo mucha fortuna, puesto que solo dio oro


suficiente para hacerle la corona de laurel al poeta José Zorrilla, cuando fue coronado en Granada poeta Nacional en 1889. De todo ello y de lo no reflejado aquí, se deduce que, Miguel


Giménez Yanguas, constituye en sí mismo, un lujo de Granada del que yo, como cronista, doy fe para que conste a las generaciones venideras. Pues su reciente pérdida, nos deja huérfanos de


personas desinteresadas como él, que han dado su vida por la conservación y recuperación de todo nuestro patrimonio, que no es poco. ROTATIVA DE PATRIA Miguel Giménez Yanguas, al que todo el


mundo relaciona con la historia y conservación de los tranvías, o con las distintas máquinas de las desaparecidas azucareras, algunas de la cuales fundara su bisabuelo, y que


afortunadamente él ha recuperado para embellecer algunas de nuestras rotondas, pero no solo de esas máquinas se ha preocupado Giménez. Una constante de su desinteresada vocación fue que


nuestra Universidad contara un día, con un museo de la ingeniería, pues piezas no faltaban, ni donantes tampoco. Eran los años en que ni sospechábamos que un buen día tendríamos un museo


como el Parque de Las Ciencias, envidia de toda la región, entre otros lugares, que ahora está en los medios por razones muy distintas a la ciencia y su divulgación. Y en esas estaba Miguel


cuando gracias a sus buenos oficios, pudo recuperar la histórica rotativa del desaparecido Diario Patria, joya preciosista de su tiempo y que logró emplazar en terrenos de la Universidad, a


la espera de colocarla en ese añorado y pretendido museo de la ciudad universitaria de Andalucía Oriental. Pero como nadie podía imaginar en la ciudad que todo es posible, una de las


personas con mayor responsabilidad académica de la institución cinco veces centenaria, haciendo gala del mayor desconocimiento y analfabetismo del que un día un universitario pudiera


presumir, considerando que la máquina por la que cualquier coleccionista hubiera pagado millones era un estorbo en un jardín, sin encomendarse ni a dios ni al diablo, ordenó que la


idolatrada pieza fuera vendida al mejor postor, siendo un chatarrero de tierra extraña el que más pagó por llevársela para ser fundida al peso. El crimen fue en Granada… su Granada. ALGUNA


DECEPCIÓN No fue esta la única decepción que Miguel se ha llevado a la tumba, al que tanto instituciones públicas como privadas, le han ido dando largas a proyectos museísticos o de


conservación del patrimonio industrial granadino, que aún no han visto la luz y, ahora que él no está, no sabemos si perdurarán en la noche de los tiempos fallidos. Su obra desinteresada


merece mejor destino. Aún recuerdo su sonrisa cuando juntos una mañana veíamos como una grúa depositaba en el suelo del Paseo del Salón un tranvía rescatado de las cocheras, que


posteriormente fue convertido en biblioteca de efímera existencia. Y como ese, tantos y tantos proyectos para embellecer Granada, su patrimonio y su historia que Miguel Giménez Yanguas se ha


llevado a la tumba, harto de llamar a tantas puertas, siendo tan pocas las que se le han abierto.