
Olga Calderón, un ángel en medio de la pandemia
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Olga con sus hijos a la entrada de la florería. De izquierda a derecha: Christian, Olga, Jenny y Zulma. Cortesía Olga Lidia Calderón Facebook Twitter LinkedIn
Cuando llegó la pandemia, hacía solo dos meses que habíamos mudado nuestra florería a un nuevo local en el área de Santa Ana en California. Inicialmente, entré en estado de shock. Durante
unos días no podía dormir. Soy madre soltera y no recibimos ayuda de ningún tipo. Inevitablemente, te pones a pensar en la familia. ¿Qué vamos a hacer ahora?
Pero siempre encuentro ayuda en la oración. Nuestra florería tiene apenas dos años y la atiendo junto con mis dos hijas, Jenny y Zulma. Decidimos llamarla Angel’s Flowers por todos esos
angelitos que Dios siempre pone en nuestro camino cuando más los necesitamos.
Zulma, una de las hijas de Olga, prepara un arreglo floral. Cortesía Olga Lidia CalderónMembresía de AARP: $15 por tu primer año cuando te inscribes en la renovación automática.
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Al principio nos daba miedo la incertidumbre. Abríamos unas cuatro horas al día y solo aceptábamos pedidos por internet. A la hora de hacer entregas, les digo a mis hijas que tomemos
precauciones. Usamos guantes y mascarillas.
Estuvimos un mes y medio así y por suerte los dueños del edificio nos descontaron una porción del alquiler.
Olga dice estar muy agradecida de sus clientes, quienes a pesar de la pandemiadel coronavirus, se han mantenido leales a los servicios de la florería. Cortesía Olga Lidia Calderón
Hemos logrado sobrevivir porque empezamos a ofrecer promociones –entrega de flores gratis, por ejemplo– y así nos mantuvimos a flote. Estoy también muy agradecida con nuestros clientes. No
nos han abandonado y han continuado haciendo pedidos.
Ahora somos nosotros los angelitosEn medio de esta crisis, hemos podido donar dinero a personas que no tienen un estatus legal en el país y han quedado sin trabajo. Nuestros clientes más leales nos dijeron que querían donar
unos $200 para que lo distribuyéramos a personas necesitadas. A partir de ahí comenzamos una campaña en las redes sociales, y sin pedir dinero, las familias de forma voluntaria comenzaron a
ayudar. Mi hijo Christian, de once años, se inspiró con tanto sacrificio de la comunidad y decidió darnos una porción de sus ahorros.
Terminamos ayudando a quince familias.
Entre esas familias, me llamó atención la historia de una muchacha que es madre soltera como yo. Conozco muy bien lo que es no tener dinero para comprar leche o pañales. Recuerdo la
desesperación que se siente cuando no recibes apoyo de tu pareja. Yo sufrí abuso doméstico y una gran necesidad económica y por eso no dudé en irme de México y buscar una mejor suerte para
mí y para mis hijas.