Cómo los cuidadores familiares pueden lidiar con la culpa por colocar a un familiar en un hogar de ancianos

Cómo los cuidadores familiares pueden lidiar con la culpa por colocar a un familiar en un hogar de ancianos


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Cuando llegó el momento, sabía que mi madre necesitaba mudarse a un hogar de ancianos. Ella también lo sabía.


Debido a su mal equilibrio, había tenido varias caídas durante el año anterior y había sufrido fracturas que requirieron hospitalizaciones. Ya no era seguro para ella vivir sola en su


apartamento, y no podíamos darnos el lujo de contratar auxiliares que se quedaran con ella las 24 horas. Proveerle buen cuidado en un centro acogedor y bien administrado parecía tener


sentido. De forma muy valiente, mi madre aceptó ir. Hice los arreglos logísticos. Y luego sentí una culpa abrumadora.


A medida que reflexionaba sobre esta gran decisión que estábamos tomando, me seguía haciendo una pregunta desalentadora: ¿no podría haber hecho más para ayudarla a permanecer en su hogar?


Tal vez debería haber retirado dinero de las cuentas para los estudios universitarios de mis hijos, o de mis fondos de jubilación, para pagar por más cuidados en el hogar para ella, aunque


incluso tener un auxiliar justo al lado de ella no siempre impedía las caídas. Se opuso firmemente a mudarse a mi casa. Pero todavía me preocupaba la posibilidad de haberla decepcionado.


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La decisión de trasladar a un familiar a un hogar de ancianos suele ser una de las más difíciles que toman los cuidadores. En un estudio de investigación del 2019 (en inglés), más del 50% de


los cuidadores se sentían al menos “algo culpables” sobre colocar a un ser querido en un hogar de ancianos; más del 13% se sentían “extremadamente culpables”. Es probable que estos


porcentajes hayan aumentado en los últimos cuatro años, ya que algunas personas en Estados Unidos han perdido la confianza en los hogares de ancianos después de que la pandemia reveló que el


personal y el control de infecciones de muchos centros eran inadecuados. Sin embargo, para los miembros de la familia con discapacidades físicas o demencia grave que ya no pueden atender


sus propias necesidades básicas, sigue siendo necesario brindarles atención directa las 24 horas del día, siete días a la semana.


Cada cuidador quiere hacer lo correcto para su familiar. Todos temen la autorecriminación y el remordimiento futuros. ¿Cómo pueden tomar hoy lo que creen que son decisiones prudentes de las


que no se arrepentirán mañana? Aquí presento algunas ideas.